Décima
noche
Me gustan mucho los niños dijo la luna especialmente cuando son
pequeñitos y graciosos. Muchas veces miro al interior de las habitaciones, por
las aberturas que dejan las cortinas cuando ellos no saben que yo estoy allí.
Me gusta verlos vestidos y desnudos. Cuando van a acostarlos les quitan el
traje aparecen primero los hombros redondos y los blancos bracitos, o bien
cuando les quitan las medias y aparecen sus lindas piernas con los piececitos
regordetes, no puedo contenerme y los beso.
Pero ya olvidaba lo que voy a contarte. Esta noche miraba a través de
una ventana que no tenía cortinas, porque no vive nadie en frente. Vi un
pequeño grupo de niños y niñas, todos hermanos, entre ellos había una niña que
aun cuando solo contaba con cuatro años, sabía rezar como una persona mayor. Su
mamá se sienta junto a su cama todas las noches y escucha sus rezos. Luego le
da un beso y aguarda a que la niña se duerma, lo cual sucede, generalmente, así
que apoya su cabeza en la almohada.
Esta noche, dos de los niños mayores estaban un poco alborotados; uno de
ellos saltaba a pie cojo, cubierto con una camisa de noche, mientras el otro
subido en una silla que contenía los vestidos de los demás, decía que era una
estatua griega. El tercero y el cuarto guardaron sus juguetes cuidadosamente en
una caja, cosa que hacen cada noche; en cuanto a la madre estaba sentada junto
a la cama de la niña y les mandó que se estuvieran quietos mientras su
hermanita rezaba.
Yo brillaba sobre la lámpara y sobre la cama de la niña que estaba
tendida bajo su sábana blanca, y tenía las manos juntas mientras su rostro
adquiría grave expresión. Rezaba el padre nuestro en voz alta. De pronto su
madre la interrumpió, preguntando:
¿Por qué, después de decir el pan nuestro de cada día, dánosle hoy,
“añaden algo que no entiendo"?
La niña se quedó callada por un momento y, muy apurada, miró a su mamá.
"¿Quieres decirme qué palabras añades después de "el pan
nuestro de cada día, dánosle hoy?"
"No te enojes mamá" contesto la niña cada vez más apurada.
"Le pido a Nuestro Señor que me lo de con mucha mantequilla".
Fragmento del cuento lo queé conto la luna
Hans Andersen
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